*La sindicatura de Otatillos, Badiraguato, tiene 46 años olvidado por los gobiernos.

Don Eliseo Quintero llevaba bien la cuenta de todo ese olvido en que ha estado Otatillos, sindicatura de Badiraguato. Pidió la palabra y lo dijo:

“Hace 46 años nos visitó Alfonso G. Calderón como gobernador, y desde entonces no nos visitaba ni siquiera un candidato”.

Lo decía frente a Mario Zamora, aspirante a gobernador de Sinaloa por el PRI, PRD y PAN, y de frente a sus vecinos, hombres, mujeres y jóvenes.

Y don Elíseo, que siempre ha vivido en esta comunidad, año tras año, fue sumando hasta llegar a 46. Aquella vez de la ida de Alfonso G. Calderón empezó a abrirse el camino de terracería que comunica a la cabecera municipal de Badiraguato, casi dos horas de camino en vehículo.

Otatillos es una de las 15 sindicaturas de Badiraguato. Se ubica en plena sierra sinaloense, en la confluencia con Durango, donde las aguas termales fluyen como sello distintivo.

“Qué bueno que viene para que vea las necesidades de los altos. No tenemos agricultura, no tenemos ganadería y casi nada de comercio”.

Tenemos muchos deseos de prosperidad, continuó este hombre de más de 70 años. Queremos que se acabe un poco la pobreza extrema en esta región. Le agradecemos mucho que nos haya visitado.

Mario Zamora había sido invitado a una reunión por los pobladores de Otatillos. El candidato a gobernador por la alianza Va por Sinaloa subió a esta parte de la sierra Madre Occidental a escucharlos.

“¿Qué Otatillos queremos: uno apachurrado, olvidado, desatendido, cansado, sin visión, lento, desanimado… O uno valiente, con energía, con visión, con ganas de salir adelante, con opciones y alternativas para mejorar? Los mejores días de Badiraguato y la sierra de Sinaloa están por venir”, les dijo.

Enfiló por ese viejo camino de terracería que un día fue anhelo de los más viejos que aún viven en este poblado, cuyas nuevas generaciones meditan qué destino darle a Sinaloa en este proceso electoral.

Mario Zamora salió de Otatillos. Sabía que 46 años después él podría acabar con ese extraño olvido que los pobladores le hicieron ver, palpar, sentir.

Otatillos, anotó en su agenda. No dijo adiós. Sino que soltó un “aquí nos volveremos a ver”.

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